“El cocinero” (“The Cook”), de Harry Kressing. La Bestia Equilátera, Buenos Aires, 2014, 254 páginas.Traducción de Laura Wittner. En Argentina: 175 pesos.
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Si quiere haga la prueba: trate de encontrar
en los buscadores de Internet datos sobre Harry Kressing, o alguna foto de este
autor norteamericano. Quizás tenga la suerte que yo no tuve. Lo único que
“conseguí” fue información sobre la película que en 1970 protagonizaron Angela
Lansbury y Michael York, cuya base argumental fue tomada de la novela que hoy
comento: “El cocinero”, o “The Cook”. Y casi nada más.
Pero también nada menos, porque esta ficción
que a veces parece dictada por un cierto hombrecito que alguna vez residiera en
Praga, es un verdadero hallazgo. La historia se inicia cuando a la ciudad de
Cobb, donde se encuentra el castillo de La Prominencia, arriba un ser
considerablemente llamativo. Se presenta con el nombre de Conrad Venn y se
destaca por su gran altura, su tez negra y la bicicleta en la que se
desplaza.
Se sabe, rápidamente, que es un cocinero y
como tal se presenta ante el señor
Benjamín Hill, necesitado de alguien que reemplazara al antiguo. De
manera previa, Venn había recorrido Cobb, conocido a los proveedores de
alimentos, a los que apabulló con exigencias y críticas. De ese modo, “pisando
sobre seguro”, se presenta ante Hill y luego de demostrarle personalidad, antecedentes y
habilidades, obtiene el puesto.
Pero ocurre que, pese a ser uno de los
propietarios, el señor Hill no reside en La Prominencia y tampoco lo hace la
otra parte que reclama la propiedad, vale decir la familia Vale. Y nadie lo
hace porque antes debe cumplimentarse el requisito de que se casen una hija
Hill y un hijo Vale, exigencia que no termina de ocurrir, porque ambas familias
(colinas y valles quieren decir sus nombres en inglés) son Montescos y
Capuletos que se odian desde hace mucho tiempo. El último dueño del Castillo,
que fue también el último Cobb, había dejado sentado en su testamento que si
tal unión no se consumaba, nunca heredarían el castillo ni podrían vender sus
tierras.
Como se ve, un aparente remedo de cuento
infantil, que es sin embargo un cuento para adultos en el que prevalece el
extraño Venn, con sus planes que nunca son explícitos pero que van conformando
una red en la que, de a poco, todos van cayendo.
Porque Venn sabe cómo tratar a las personas,
tanto a los patrones –la familia Hill-, como a sus presuntos enemigos, los Vale;
tanto a los sirvientes de la casa, de los que va desprendiéndose, a causa de
sus críticas, sus insidias y sus intrigas, como a los habitantes del pueblo. A
algunos seduce con alabanzas, a otros con observaciones precisas, mientras que
al resto lo combate con saña, hasta con ferocidad, dado que se vuelven
obstáculos para sus planes.
El cocinero convence a través de la comida, en
realidad, de los múltiples platos que prepara en forma minuciosa y con gran
meticulosidad. De a poco, o más bien con un interés que se acrecienta manjar
tras manjar, los primeros conquistados son los Hill, padre, madre, hija e hijo.
Este último, Harold, será el más dispuesto, porque descubrirá que siente una gran
vocación por la cocina. Y Venn sabrá cómo ir conquistándolo (también se podría
decir engatusándolo, dado que la novela nunca pierde su condición de fábula), a
través de libros de cocina casi inconseguibles y recetas irresistibles.
Más tarde “avanzará” sobre los Vale y así, de
a poco, pero de manera persistente, proseguirá con su plan de conquista y de
poder, aunque al final los rumores hablarán de otras cosas, entre ellas que el
poder no es definitivo y que la decadencia a todos alcanza.
Mario Vargas Llosa, en el
muy comentado “La civilización del espectáculo”, su libro de ensayo más
reciente, abomina del hecho de que cocineros, chefs, restaurantes y similares
hayan cobrado una relevancia extrema en nuestro tiempo, al punto de aparecer en
las primeras planas de los medios y de ser considerado, todo eso, un hecho
cultural por excelencia.
Este libro fue escrito en los ’60, pero
resulta oportuno que haya vuelto a circular en estos tiempos, para que
“funcione” como contrapunto dado que cocinero y platos sustanciosos, banquetes
y protocolos, tienen que ver aquí con el
asalto a la ciudadela, para llamarla de alguna manera, con ese apoderarse
de los otros, propiedades incluidas.
Es certero el estilo de Kressing: frases
cortas, ninguna explicación adicional innecesaria, inteligentes
sobreentendidos. Conrad es un personaje que desde el comienzo del relato se muestra
incisivo, nada concesivo y muchas veces cruel. El episodio en el que humilla al
físicamente inmenso Rud Brogg, antiguo cocinero de los Hill y en ese momento de
los Vale, es una buena muestra de hasta dónde puede con su crueldad: llega a hundir su afilado cuchillo
en una mano del rival. Cuanto sigue da pautas de la habilidad de Venn para
crear situaciones inéditas, humillar al rival y terminar ganando en lo que es una terrible,
y casi letal, contienda (páginas 88 a 100).
Si bien
es cierto que la parte final “languidece”, si se establecen comparaciones con el
comienzo y, de manera especial, con la parte central de la novela, la totalidad
del texto resulta como dije un hallazgo, una nueva contribución de La Bestia Equilátera
a la buena –y desconocida- literatura. El resto es la lectura para aproximarse a esa criatura
semejante a “un águila negra y hambrienta” que se abate sobre los seres y las cosas.
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Harry Kressing es un seudónimo. Se sabe que
nació en Nueva York en 1928 y murió en Minnesota en 1990. Fue abogado, oficial
de la Fuerza Aérea norteamericana e investigador de economía en Londres. Además
de “El cocinero” es autor de otras dos ficciones que no habrían sido vertidas
al castellano: “Are we going to Roz’s Party Tonight· y “The Other Side of the
Lake”, ambos publicados en un solo tomo, con el título de “Married Loves” (estas
ediciones se consiguen en inglés). En 1970 Hal Prince dirigió “Something for
Everyone” (Algo para cada uno), conocido en castellano con el título de
“Corrupción de una familia” y basada en “El cocinero”, con Angela Lansbury y
Michael York, aunque le modificó el “sentido” del relato, al transformar al
cocinero en mucamo. Es tal la ignorancia que existe en torno a Kressing, que la
editorial argentina que lo ha publicado, en el mismo volumen incluyó la
siguiente aclaración: “Aunque se han hecho todos los esfuerzos posibles, no
hemos conseguido localizar a los propietarios de los derechos de esta novela de
Harry Kressing. La Bestia Equilátera declara su disposición a satisfacer los
derechos correspondientes”. En este
link, en inglés, se puede encontrar una respuesta a la incógnita de Harry
Kressing. Allí Mark O’Neill afirma que el verdadero apelllido de Kressing era
Ruber, que escribía un libro cada dos años y que tenía amplios conocimientos de
literatura, economía y sobre el mundo empresarial. Además sabía mucho de cocina
y dominaba el griego antiguo. También señala que tenía una personalidad
fascinante y que influyó significativamente en su vida. Lo conoció en un bar, en Londres,
donde O’Neill trabajó.
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Video: Trailer,
en inglés, de “Something for Everyone”, de Hal Prince, 1970
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