“Relatos
tempranos” (“The Early Stories of Truman Capote”), de Truman Capote.
Anagrama, Barcelona, 2016, 180 páginas.
Prólogo de Hilton Als. Epílogo de Anuschka
Roshani.
Traducción de Jesús Zulaika.
En España: 16.90 euros.
En 2014, buceando entre los papeles que Truman
Capote donara a la Biblioteca Pública de Nueva York, especialistas en su obra
dieron con una caja que contenía sus primeros intentos con la escritura
registrados hasta 1943, es decir hasta los 19 años de edad del escritor, quien
poco más tarde sorprendería con su precocidad al publicarse primero su cuento
“Miriam” (de 1945) y mucho más con su primera novela, “Otras voces, otros
ámbitos”, de 1948, cuando Capote aún no había cumplido los 24 años.
La sorpresa fue que de esa caja se recuperaron
catorce cuentos que el autor escribió precozmente, quizás a partir de los once
o doce años. Él vivía en el Profundo Sur, racista y machista, con una madre que
no lo quería y era alcohólica. Y con un padrastro de origen cubano quien si
bien le dio su apellido jamás lo amó y, menos, lo entendió.
Se refugió entonces en la escritura, en una
sociedad donde nadie escribía y casi nadie leía. Sin maestros, ni guías,
sintiéndose un “raro” que no terminaba de comprenderse, tuvo conciencia desde
pequeño lo que eran la soledad y la miseria del alma humana. Fue así que
comenzó a imaginar historias que, aunque inventadas, se encontraban sólidamente
asentadas en una realidad en la que no había lugar para los débiles, como él
siempre lo fue.
Los “Relatos tempranos” reunidos en libro se
conocieron en nuestro idioma a principios de este año (en España, aunque no han
sido distribuidos hasta el presente en la Argentina) y muestran a un Capote
“tanteando en la oscuridad”, buscando temas, describiendo el ambiente opresivo
en el que vivía (en el que se sentía doblemente prisionero, por la soledad a la
que era sometido por sus padres, por la confusión que le provocaba su
incipiente homosexualidad).
Un niño que fue encerrado a los dos años en
una habitación durante horas para que su madre pudiera salir a bailar y
divertirse, y que resultó abandonado por esa misma madre, quien lo dejó con
unas tías ancianas con las que tuvo que convivir varios años, no puede llamar
la atención que contara historias crueles, en las que los débiles no están en condiciones
de hacer pie para enfrentar a un mundo siempre hostil.
Tanteos,
pero algo más.
En su etapa de escritor reconocido, Capote buscó la limpieza narrativa con un “decir” poético que fuese expresivo aunque
nada barroco. Se nota ya en estos cuentos que en algunos casos admiten que son
tanteos, como se dijo, de temas, de formas de relatar. Hay cuentos menores,
aunque no frustrados, como ocurre con “Almas gemelas”, un diálogo de dos
señoras que hablan “socialmente” sobre la forma de matar maridos, o con “Donde
el mundo comienza”, en el que la pequeña Sally escapa de la sordidez de la escuela imaginando historias de fama y
esplendor que la tienen de protagonista, un tanto a la manera del Walter Mitty
de James Thurber (aunque era el propio Capote el que quería huir de la
encerrona de la escuela, de su vida cotidiana).
Más complejos, y conseguidos, resultan “La
señorita Belle Rankin”, sobre una mujer anciana y negra que sólo encontraba paz
y sentido a la vida contemplando sus membrillos florecidos y, especialmente,
“Hilda”, la historia de una estudiante que sólo sabe humillarse a través de la
autodestrucción. Cuento que, dicho sea de paso, guarda un final admirable.
Un chico que se equivoca perdiéndose en la
espesura del bosque mientras busca a un prófugo de la justicia (“Terror en el
pantano”), otra que se complica con una segunda prófuga, huida de un loquero
(“La polilla en la llama”), cuatro historias contadas con ritmo cinematográfico
y que convergen, para mal, en un autobús (“Tráfico Oeste”), una mujer que
arriesga su vida para salvar a una pequeña desconocida picada por una víbora
(como Capote lo fue cuando chico), en
“La tienda del molino”; un niño vagabundo que planea volver a su casa
para hacerle creer a su madre que vive de otra manera (“Los caminos se
separan”), otro chico que encuentra en un parque, en una desconocida y su
perro, el amor que no halla en su hogar (“Esto es para Jamie”), otro menor que
sólo lograr conectar con la sirvienta Lucy, negra y amante de la música, en la
desolación afectiva de su hogar en Nueva York (donde el autor fue llevado a
vivir en su adolescencia), en “Lucy”. Historias mínimas, a veces casi
semblanzas, pero en todos los casos relatos válidos sobre la extrema dificultad
para vincularse con el otro a través de los afectos, de las emociones.
Si bueno resultó el rescate de “Crucero de
verano”, su primera novela, publicada diez años atrás, también corresponde
darle la bienvenida a estos “Relatos tempranos” con los cuales Capote trataba de
comprender un poco sobre una vida que siempre le exigiría más que al resto, que
siempre le resultaría complicada.
“Sí, sabía que iba a volver a casa.
Así que cuando me dijo que se iba no me sorprendió. Abrí y cerré los ojos y
sentí las lágrimas en los ojos y la sensación de vacío en el estómago.
Se fue en mayo. Era una noche cálida y
el cielo, sobre la ciudad, estaba rojo. Le regalé una caja de bombones –cerezas
cubiertas de chocolate, lo que más le gustaba- y un montón de revistas.
Mi padre y mi madre la llevaron a la
estación de autobuses. Cuando se fueron del apartamento corrí a la ventana, me
apoyé en el alféizar y esperé, y los vi salir y subir al coche, que se deslizó
despacio, airosamente, hasta perderse de vista.
Pero oí que decía:
-Oooh, mamá, Nueva York es
maravillosa, toda esa gente… Y he visto estrellas de cine en persona, oh,
mamá…”.
Datos para
una biografía
Truman Capote nació
en Nueva Orleans en 1924. Es considerado como uno de los mejores escritores
norteamericanos del siglo XX. Su obra está compuesta por las novelas Crucero de verano, Otras voces, otros ámbitos,
El harpa de hierba y Plegarias atendidas (póstuma e inconclusa), los libros de
relatos Relatos tempranos, Un árbol de noche, Desayuno en Tiffany’s y Tres
cuentos, su famoso libro de investigación periodística-policial A sangre fría y
los textos de no ficción reunidos en Música para camaleones, Retratos y Los
perros ladran. Ganó dos voces el premio O. Henry Memorial por sus cuentos,
durante unos años residió en Europa. La fama y fortuna que le dio A sangre fría
le significó también un verdadero camino de autodestrucción, ganado por el
alcohol y las drogas. Falleció en 1984 en Los Ángeles poco antes de cumplir 60
años. Escribió guiones de cine y diversas ficciones de su autoría (cuentos y
novelas) han sido llevadas al cine y a la televisión.
Capote en Wikipedia:
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