No ha sido
una Nochebuena feliz para la literatura argentina con la muerte de Andrés
Rivera, una de las voces más singulares que han dado las letras contemporáneas
en estas tierras. Murió en Córdoba, a los 88 años. Hacía tiempo que había dejado
de publicar, y aunque sus últimos libros resultaron un tanto reiterativos, sus
mejores aportes siguen siendo insustituibles, especialmente “La revolución es
un sueño eterno”, texto en el que supo conjugar la calidad de una escritura
personal, sus obsesiones en torno a la historia, la justicia, la equidad y los
sueños revolucionarios, tantas veces evanescentes. Comunista en sus años de
juventud, escribió en términos de realismo socialista en sus primeras épocas,
para después dar un salto cualitativo (después de “pasar por Borges”, como él
mismo lo dijo) que al tiempo de alejarlo de ese partido lo situó en un “otro
lado” en el que sin abjurar de su ideario de izquierda, se permitió adentrarse
en mundo de la Historia, revisarla, volverla propia, traerla hasta nuestros
días. Insustituible.
Mención
asimismo para Alberto Laiseca, el escritor de la heterodoxia, muerto este
diciembre a los 75 años, quien dejó tras de sí una obra inefable y a veces
incalificable. Escribió una extensísima novela, “Los Sorias”, que a juicio de Ricardo Piglia fue
lo mejor que se conoció en la Argentina, en el género, después de los textos de
Roberto Arlt.
Sí, no ha sido una buena manera de llegar a la Nochebuena.
Pese a ello, les envío mis más cálidos saludos en este día de Navidad.
Sí, no ha sido una buena manera de llegar a la Nochebuena.
Pese a ello, les envío mis más cálidos saludos en este día de Navidad.
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