La muerte de Ricardo Piglia

Ya la literatura argentina, y no sólo la de la ciudad de Buenos Aires, se había visto muy afectada con las muertes casi sucesivas de Alberto Laiseca y Andrés Rivera. A ello, como sobre llovido mojado, cabe lamentar el deceso de Ricardo Piglia, una de las voces señeras de la escritura en nuestro idioma, registrada en la tarde de hoy, a los 75 años.
Piglia estaba afectado por el ELA (Esclerosis Lateral Amiotrófica), que iba minando su capacidad motriz, sin que por eso hubiera dejado de trabajar. Por el contrario, en el último tiempo incrementó su producción, por lo que mientras publicaba con gran éxito y en tres amplios tomos sus “Cuadernos de Emilio Renzi” (el último de los cuales aparecerá este año), se encontraba recopilando ensayos y preparando un nuevo libro de cuentos.
Con “Nombre falso·” generó un nuevo estilo de escribir relatos, mientras que “Respiración artificial”, dio a conocer lo  que se calificó como la gran novela del tiempo de la represión militar. En “La ciudad ausente” procuró ampliar la heterodoxia de Macedonio Fernández, y en otros libros de ficción así como en ensayos nos hizo propuestas literarias “jugadas”, siempre renovadoras. Por ejemplo, en “Plata quemada”, modelo de policial, uno de los géneros que más lo atraía.
Su obra, que lo volvió famoso en la Argentina en plena juventud, ya en su madurez resultó muy bien recibida en España, donde obtuvo el Premio Formentor.
Lector impecable e implacable, uno de sus últimos grandes aportes fueron las lecciones sobre Borges que dio en la televisión argentina y que es de esperar sean llevadas al libro. Vamos a extrañar al escritor, al polemista intransigente, a un autor que en la coincidencia o en la discrepancia tuvo la virtud de eludir la indiferencia.

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