Desde un lugar sin nombre
Ausencia de poesía, de pensamiento, de persona
No es extraño que la filosofía, la ciencia, la poesía, estén ausentes, en apariencia, de la vida cotidiana, que no se mencionen –ni se tomen en cuenta– en las campañas electorales, ni aparezcan en los planes de gobierno, como tampoco que perezcan anquilosadas en los sótanos de las academias o banalizándose en la sección de espectáculos de los periódicos y se vacíen, como se ha ido vaciando el lenguaje.
No es extraño que la filosofía, la ciencia, la poesía, estén ausentes, en apariencia, de la vida cotidiana, que no se mencionen –ni se tomen en cuenta– en las campañas electorales, ni aparezcan en los planes de gobierno, como tampoco que perezcan anquilosadas en los sótanos de las academias o banalizándose en la sección de espectáculos de los periódicos y se vacíen, como se ha ido vaciando el lenguaje.
Su abandono es congruente con la decadencia cultural que viven las
sociedades desde hace mucho tiempo, siendo un ejemplo de ello los sistemas
educativos, encargados de saturar las aulas de formalismos e informaciones
inútiles, antes que estimular la imaginación, el conocimiento, el balance
crítico, sumidas en la burocratización y el sentimentalismo de los parámetros y
los tratos, correspondiéndose con los nuevos valores que impone la sociedad de
consumo, los que degradan referentes, invisibilizan
la memoria y los vínculos, suprimen lo individual y lo transforman en una cosa
más del mercado, en frivolidad, en indiferencia, en la monotonía de lo mismo,
es decir, vedando el aliento vital de lo particular, que confrontado al entorno
y a sí mismo, dio inicio a las culturas, al lenguaje, al ser humano.
No vivimos ya en la época en el que ser era la casa del lenguaje y del
olvido del ser –del ser en el tiempo– sino su vaciedad, la vaciedad del
instante consumiéndose entre el vacío y el ruido.
Manifestando lo propio. Al censurar lo individual, al vaciarlo o banalizarlo, se cercena –se debilita, se elimina, se sentimentaliza–, el elemento que da sentido a la sociedad plural: lo particular, la manifestación de lo propio, el sentir de cada uno, su intimidad, puesto que es en el individuo descubriéndose así mismo, palpando la interioridad de su cuerpo, el descubrir al otro como reflejo que le impregna, que principia lo plural, la convivencia, la cultura, lo social. Correlación entre sentir, pensar y existencia; entre lo diverso, lo disidente y lo distinto (no la uniformidad, ni lo mismo, tampoco la censura de la otra voz o del extrañamiento) en los que principia tanto la sociedad plural como a la persona, el pensamiento como la poesía: nuestra voz en la otra voz buscando su rostro en el lenguaje, buscándose a sí mismo en lo ausente, buscando su cuerpo y reconociendo su extrañeza ante el entorno, ante el abismo que se abre, en correspondencia también con el no saber que nos embarga, el vínculo con el otro y su misterio.
Manifestando lo propio. Al censurar lo individual, al vaciarlo o banalizarlo, se cercena –se debilita, se elimina, se sentimentaliza–, el elemento que da sentido a la sociedad plural: lo particular, la manifestación de lo propio, el sentir de cada uno, su intimidad, puesto que es en el individuo descubriéndose así mismo, palpando la interioridad de su cuerpo, el descubrir al otro como reflejo que le impregna, que principia lo plural, la convivencia, la cultura, lo social. Correlación entre sentir, pensar y existencia; entre lo diverso, lo disidente y lo distinto (no la uniformidad, ni lo mismo, tampoco la censura de la otra voz o del extrañamiento) en los que principia tanto la sociedad plural como a la persona, el pensamiento como la poesía: nuestra voz en la otra voz buscando su rostro en el lenguaje, buscándose a sí mismo en lo ausente, buscando su cuerpo y reconociendo su extrañeza ante el entorno, ante el abismo que se abre, en correspondencia también con el no saber que nos embarga, el vínculo con el otro y su misterio.
No debe sorprendernos, ante estas circunstancias,
el ascenso de la barbarie, del fascismo, o que un patán, un inepto, un tirano
nos presidan, que se imponga como valor de la convivencia la frivolidad o lo
indiferente, si la cultura que producimos emerge del entretenimiento, del
consumo, de la nada. El ascenso del sentimentalismo adolescente, el vaciamiento
del lenguaje, hacen, que desde la banalidad como parámetro cultural, se diluya
no sólo lo distinto, sino al individuo sumido en lo superfluo. Tampoco es de
extrañar, que poesía o pensamiento, en muchos casos, dejen de conversar con lo
otro, con la otra voz, con el más allá de las palabras olvidándose de la
oscuridad que nos invade e invade al entorno, siendo el reflejo de la
frivolidad, de la impostura, de la negación del dolor, de la presunción en la
nada, pues al olvidarnos de nosotros ante el abismo, ante el misterio, de
nuestro tránsito, no sólo perdemos voz y rostro, perdemos nuestra humanidad.
Álvaro Mata
Guillé: Escritor,
ensayista, dramaturgo, director de teatro. Nació en San José de Costa Rica en
1965. Coordinador general
del Corredor cultural Transpoesía que
integra festivales de México, Argentina, España. Director de Aire en el agua
editores (México-Costa Rica) y del cuerpo editorial de la revista “Contra el
tedio” (México). Es uno de los coordinadores del Festival Internacional de
poesía Abbapalabra (México) que en el
año 2016 reunió más de 32.000 personas. Escribe regularmente para la revista “Libros
y Letras·, Bogotá, Colombia.
Director del proyecto
de sensibilización desde la literatura “Chimalhuacán A la orilla del lago”
(Estado de México).•Libros: Sobre los
fragmentos, Madrid, España; Un país
sin nombre, México; Más allá de la
bruma, México; La niebla y lo ausente,
antología, Buenos Aires, Argentina; Separata.
Breve Antología, México; Debajo del
Viento, (1ª.edición, Caracas, Venezuela; 2°edición, Rosario, Argentina); Intemperies, México; Escenas de una tarde, (1° edición, Costa
Rica; 2ª edición, Bahía, Brasil). Ha
participado como actor en la filmación de dos cortos.
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