"Sombra vana", de Jane Hervey. Un mundo de hipocresías y apariencias

“Sombra vana” (“Vain Shadow”), de Jane Hervey.
La Bestia Equilátera, Buenos Aires, 2017, 270 páginas.
Traducción de Laura Wittner.
En Argentina: 290 pesos.

“¡Señora… señora! La enfermera me pidió que le avisara que el coronel falleció tranquilamente mientras dormía a las dos y media de la madrugada…”. De esta manera comienza la novela de la autora inglesa Jane Hervey. Un comienzo, diría el lector, poco elocuente aunque se hable de un deceso. Pero se trata de lo aparente, de un falso mar en calma.
Porque ese informe casi neutro se lo están dando a la flamante viuda del muerto, quien se entera del deceso de su marido varias horas después, a pesar de vivir en la misma casa. Pero sin haber pasado la noche al lado del moribundo.
Hervey plantea así, desde los comienzos del relato, que la historia se desarrolla en un ámbito en el que las emociones se hallan arrinconadas, sino extintas. El lector lo irá comprobando a medida que vaya tomando conocimiento de cómo piensan y actúan quienes componen el clan familiar: la viuda, los tres hijos del difunto (dos de los cuales están casados y se presentan con sus respectivas mujeres), una nieta un tanto rebelde, también casada, y algunos personajes más.
La novela se despliega en apenas cuatro jornadas, las de los días de velatorio que demandarán para que la población que vive próxima a la gran finca de Derbyshire se despida de quien fuera el patriarca del clan, el coronel Alfred Winthorpe, un terrateniente de comportamiento despótico que despertó más temor que afecto entre los suyos.
No lo hay en Mary, la anciana viuda (“Nunca más tener que darle el beso de las buenas noches, después de cincuenta y tres años de tener que besarlo”). Ocurre también con los hijos: Jack, el mayor, que ha sido desplazado de lo que llamaríamos “el poder” en la familia, por sus hermanos menores, tanto por haberse casado con una joven y bella actriz, Laurine, despreciada por no pertenecer a una determinada clase social, como por el hecho de haber buscado la independencia a través de sus trabajos pictóricos, con escaso suceso. Y es la “colusión” permanente y al mismo tiempo soterrada entre Jack y Harry y Brian la que prevalecerá a lo largo de las cuatro jornadas, antes que el dolor por la pérdida del progenitor.
También tendrá mucho que ver el “qué dirán”, las formalidades sociales a las que todos están atentos, especialmente Brian, quien reclama coches especiales para el traslado a la iglesia de los restos de su padre: “El viejo era toda una personalidad en el condado”, Oficial de la Orden del Imperio Británico y Juez de Paz, les recuerda, les remarca, a sus hermanos por lo que exige exhibicionismo y boato.
Distinta resulta Joanna, nieta del coronel, quien a diferencia del resto se encuentra conmovida por su muerte, quizás porque su abuelo la trataba con una dulzura que negaba al resto. También tiene otra actitud hacia las convenciones victorianas que encorsetan a su familia, dado que ha heredado el carácter díscolo de su madre (muerta a temprana edad) y, más aún, porque tiene un amante y se encuentra bastante dispuesta a romper su matrimonio con Tony, un hombre mayor al que ha empezado a odiar. El momento del fallecimiento de su abuelo coincide con su decisión de romper con tabúes y tradiciones para hacer vida común con su amante, un joven de su edad.

Hervey en los '60
El escándalo. Hervey se llama en realidad Naomi Blanche Thoburn McGaw y nació en 1920 en el seno de una familia similar a la que presenta en su novela. Fue educada en su casa por institutrices y más tarde enviada a París para completar su formación. Escribió “Sombra vana” en los ’50 (los sucesos del relato acontecen por esos años), pero la mantuvo inédita hasta 1963. Cuando la dio a conocer parte de sus familiares le retiraron el saludo porque se vieron demasiado identificados con los personajes de la novela. Es muy probable que ella se haya visto reflejada en Joanna, una rebelde avant-la-lettre, quien con sus actitudes liberales anticipaba los cambios culturales y hasta sexuales que irían a producirse años más tarde.
Hervey-Thoburn McGaw se casó muy joven, pero también terminó con su matrimonio a los pocos años y tuvo nuevas parejas. Es madre de tres hijos y “Sombra vana” fue su única novela, recuperada dos años atrás en Gran Bretaña, cuando la autora tenía ya 95 años.
En su historia, la autora evita las estridencias. Todo está sugerido y bien dosificado. El lector advertirá que de una u otra manera en esos personajes tan “encorsetados” en y por sus antiguos valores elitistas prevalecen las frustraciones, el autoengaño, la ausencia del menor atisbo de felicidad.
Los cuatro días que durará el funeral añadirán tensión a la de por sí existentes, porque sólo después de concluidas las ceremonias fúnebres conocerán el testamento del anciano coronel quien, además de despótico, era arbitrario. Hervey describe esos momentos, “juega” con el constante roce de temperamentos y ambiciones disímiles, sabe cómo hacerlos confrontar y exponerlos al lector con sus nítidas luces y sombras.
Excelente rescate el de “Sombra vana” y el de una autora sutil y compleja. Su lectura hace lamentar que Hervey no haya seguido con lo que bien podría augurarse como una singular carrera literaria.

La edición en inglés
Fragmento del Salmo 39: “Ciertamente el hombre pasa como una sombra vana y así en vano se conturba; atesora y no sabe para quién congregará aquellas cosas”.



Nota: esta novela apareció el año pasado en España publicada por la editorial Alba con el título de “Como vana sombra” y la traducción de Daniel de la Rubia Orti. El precio es de 19 euros.
Hervey a los 95 años

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