EL LEGADO DE LOS ESPÍAS, DE JOHN LE CARRÉ

Diseño: Gerardo Morán
Próximo a cumplir 87 años, en su 24ª ficción el autor regresa al mundo grisáceo de los espías de tiempos de la Guerra Fría en los que el agente George Smiley libró sus grandes batallas.

El legado de los espías (A Legacy of Spies), de John Le Carré
Planeta, Barcelona-Buenos Aires, 2018, 362 páginas
Traducción de Claudia Conde.
En España: 21,50 euros. En Argentina: 389 pesos.

Peter Guillam, agente retirado del servicio secreto británico que pasa su vejez en una granja de un pueblo francés, recibe la orden de trasladarse a Londres para que ofrezca explicaciones sobre un determinado episodio ocurrido durante la Guerra Fría.
Guillam fue un personaje importante, aunque no central, en varias de las primeras y celebradas novelas del británico John Le Carré (David John Moore Cornwell, 1931), esas historias inolvidables sobre espías en las que el protagonista por excelencia era George Smiley.
Ahora, cuando se afirma que el ponderado autor -que en octubre próximo cumplirá 87 años- ha decidido retirarse como tal, antes de concretar su “amenaza” decidió volver a sumergirse en ese mundo que conoció de primera mano (por haber sido él mismo de joven un agente secreto) retornando al orbe de los enfrentamientos entre Occidente y el entonces “imperio” soviético.
En la novela, Guillam debe contar lo que realmente ocurrió en diversos episodios que han permanecido fieles en su memoria, pero que se resiste a reflotar porque si lo hace su intimidad, fallas y renunciamientos quedarán demasiados expuestos.
Tal el núcleo central de El legado de los espías, en el que Le Carré enfrenta al pasado cargado de heroísmos y traiciones diversas con un presente al que ve demasiado automatizado, eficiente y, cómo no, notablemente insensible.
En concreto, lo que se le pide (se le exige) a Guillam es que proporcione información sobre un operativo llevado a cabo a comienzos de los ´60 del siglo pasado denominado “Carambola”, sobre el que nada ha quedado registrado en los archivos de la inteligencia británica. Es fundamental que lo haga, porque el oscuro episodio está siendo analizado en el propio Parlamento dado que se han presentado denuncias que, de ser verificadas, dejarían muy mal parados a los propios servicios. 
Guillam lo recuerda todo, y lo sabe todo, pero ante sus firmes (y fieros) interrogadores, un abogado que pide ser llamado “Conejo” y una incisiva agente llamada Laura, el viejo zorro se muestra confundido, olvidadizo, cuando no senil, porque es consciente de que si habla -si habla con total claridad- comprometerá a muchos, vivos y muertos. Pero, especialmente, se comprometerá a sí mismo en grado sumo, por eso se aconseja mientras elabora respuestas que terminan resultando inverosímiles: “Deja pasar el tiempo, Peter. Ráscate un poco la cabeza. Esto pinta mal”.

Kim Philby
Un traidor entre nosotros. En la vida real se llamó Harold Adrian Russell Philby, aunque fue más conocido como "Kim" Philby. Se lo considera como a uno de los grandes espías del siglo pasado, pero no por haber servido a su país sino por atender, durante décadas, las necesidades y urgencias del enemigo. Su país fue Gran Bretaña y la traición que le infirió resultó de enormes y funestas proporciones. A su vez, Philby fue leal a los principios comunistas. Tanto, que junto con otros cuatro personajes salidos de la élite inglesa, traicionaron una y otra vez a su país y sus connacionales en beneficio de la Unión Soviética. Y a tal punto fiel fue Kilby a los soviéticos que, cuando finalmente resultó descubierto, se refugió en Moscú, donde iba a morir y a ser enterrado en el panteón de los héroes de ese país.
En las historias narradas por Le Carré, Kilby se llama Bill Haydon y su traición es doble porque se vuelve amante de Ann, la voluble esposa de Smiley. Su actuación (clandestina) resulta fundamental para que la Operación Carambola no resultara como se la había planeado.
Porque entre tantos errores cometidos, en la operación mueren, cuando intentaban atravesar el fatídico muro de Berlín, el agente Alec Leamas y Elizabeth Gold, su joven amante. Esta tensa historia fue narrada por Le Carré en El espía que surgió del frío, una de sus mejores novelas. Y ese viejo episodio vuelve a la luz en su nueva ficción debido a que los hijos de Alec y Elizabeth, cada uno por su cuenta, piden que se los indemnice y, también, que Guilliam sea juzgado, y condenado, por considerarlo responsable de las muertes de sus padres.
Le Carré es hábil para desentrañar la trama de a poco. Es decir que, con inteligencia y -por qué no- astucia de viejo zorro, va contando “la verdad” que tiene tanto que ver con lo que prepararon Smiley, Leamas y, en menor medida, Guilliam, como con las cuestiones que éste se niega a relatar, descifrar, ante sus interrogadores, dos jóvenes implacables y desangelados que, por supuesto, nada saben de cuanto significó la Guerra Fría, en la que los espías creían, en general, en que su secreta tarea era trascendente y vital.
Se devela también por qué causa un funcionario de la Stasi, la terrible policía secreta de la hoy desaparecida Alemania Oriental, Munt, espió para Occidente. Al hacerlo, Le Carré modifica lo que narró en El espía que surgió del frío, en la que se  contaba una versión distinta sobre el reclutamiento del funcionario comunista.
Subyace también una historia de amor, de Guillam con una alemana, que el veterano agente se resistirá a develar, no sólo porque quedaría demasiado expuesto, sino porque está ligada a sus más profundos (y escondidos) sentimientos.

Alec Guinness como Smiley
Otro inolvidable: Smiley. En cuanto a “esos” espías, los que fueron, aunque suene grandilocuente, muchos de ellos creían en su Patria. Y en algo más, que bien sintetiza Smiley (sí, el propio Smiley, a quien Guillam encuentra muy anciano en una suerte de biblioteca en Friburgo, Alemania) cuando la expresa:
“Entonces ¿fue todo por Inglaterra? En su momento, sí, por supuesto. ¿Pero la Inglaterra de quién? ¿Qué Inglaterra? ¿Inglaterra sola, perdida en ninguna parte? Yo soy europeo, Peter. Si alguna vez he tenido una misión, si he sido consciente de alguna responsabilidad más allá de nuestros contenciosos con el enemigo ha sido con Europa. Si he tenido un ideal inalcanzable ha sido el de sacar a Europa de su oscuridad para llevarla hacia una nueva edad de la razón. Todavía lo tengo”.
Con esa declaración, que habla de principios inmutables, la novela se cierra. ¿Habrá cesado también de esa forma el extenso, tantas veces formidable, discurso de Le Carré? Si es así se ha despedido con total claridad, apostando por Europa, por la idea democrática de Europa, manifestando su rechazo a la idea de una Gran Bretaña autosuficiente, lejos del Brexit, próximo al mundo.
Lo ha hecho pues de la mejor forma.
Si finalmente cumple con lo que ha dicho y se retira, seguro que lo vamos a extrañar.

“Y, de repente, esta monstruosidad. Este parque temático del espionaje a orillas del Tamesis”. (Oficinas del M16, servicio secreto británico, diseñadas por el arquitecto Terry Farrell e inauguradas en 1994).



La edición
en inglés
“Lo que te propongo, Peter, es que prepares un informe oficial sobre el asunto- me está diciendo Smiley.
“Son las tres de la mañana. Estamos sentados frente a frente en el cuarto de estar de una casa antigua de New Forest.
“Me pareces la persona ideal para la tarea -prosigue en el mismo tono deliberadamente impersonal-. Un informe definitivo, por favor. Interminable, repleto de detalles irrelevantes y sin la información concreta que sólo tú, yo y otras cuatro personas en el mundo conocemos y que, Dios mediante, nadie más conocerá nunca. Algo que satisfaga el salaz apetito de la Dirección Conjunta y actúe como elemento de confusión cuando la Oficina Central convoque el post mortem (utilizo el término figuradamente) que seguramente querrá organizar. En primera instancia, redáctalo solamente para mí. Confidencial. ¿Lo harás? ¿Te sientes capaz? Con Ilse a tu lado, naturalmente.
“Ilse, la lingüista estrella de Encubiertas. La remilgada, meticulosa y bella Ilse, que domina a la perfección el alemán, el checo, el serbocroata y el polaco. Que vive con su madre en Hampstead y toca la flauta los sábados por la noche. Ilse se sentará a mi lado y corregirá mi transcripción de las grabaciones alemanas. Nos reiremos juntos de mis pequeños errores, discutiremos por la frase o la palabra más correcta y nos pondremos de acuerdo para pedir sándwiches. Nos inclinaremos juntos sobre la grabadora, nuestras cabezas chocarán accidentalmente y nos pediremos mutuas disculpas. A las cinco y media, puntualmente, Ilse volverá a Hampstead, con su madre y con su flauta”.

En el blog


Videos:
No encontré materiales en español o castellano sobre Le Carré y su última novela. En cambio, he bajado de Youtube un video muy extenso, con variado material en inglés, entre los que se encuentran una entrevista al autor realizada en 1993, de cerca de una hora de duración, y el audiobook de “The Legacy of Spies”, de más de ocho horas de duración.



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